Abrazadas a la tierra de los campos de Borja, resisten las cepas añosas los paseos furiosos del cierzo. El viento marca el carácter de las viñas ante este fenómeno que se escucha y se siente, a veces con fuerza de huracán, pero no se ve. En el imperio de la Garnacha, cada uva contiene ese pundonor de resistir a los fuertes contrastes de temperatura y la sed de los suelos.